Sergio Valenzuela es lector antes que escritor. “Hablarte de una pasión por la literatura sería falso porque mi pasión es la lectura. Yo vivo, sufro, amo los libros, he aprendido mucho con ellos, no te alcanza la vida para leer todos. El libro es una extensión de mi cuerpo: son mis brazos, son mis manos, mis dedos siempre están sosteniendo un libro. ¿Por qué no sostengo otra cosa? Me veo siempre con un libro, y no me veo siempre frente a una máquina de escribir”.
A sus 70 años, Sergio Valenzuela transmite una vitalidad que crece al tratar el tema de la literatura. El tono de su voz sube y baja al mencionar su actual trabajo de profesor y tallerista en Yécora con la comunidad Pima, al recordar a escritores como Philip Roth, Gil de Biedma o Marguerite Yourcenar, “mi alma mater”.
Todo en él es neurosis, neurosis que lo impulsa a escribir. “La neurosis controlada es una de las energías para escribir, es vital para estar en el proceso de la creación literaria, en la vida ficcional. ¿A poco no es una neurosis estar metiendo en la máquina de escribir hojas y hojas, una y otra vez la misma hoja, para ver si consigues un párrafo?”.
Esta neurosis creativa lo ha llevado a escribir y publicar libros, primero en España, país donde realizó sus estudios universitarios, después en la ciudad de México y en los últimos veinte años en esta ciudad capital. “Es una neurosis creativa, sí, que te duele mucho pero que te produce al mismo tiempo una especie de placer. Lo dijo Flaubert: primero es la idea. Y partiendo de la idea viene todo, no importa la sintaxis ni la ortografía. La Idea Flaubert la escribe con i mayúscula. Cuando estás dentro del proceso, una vez que tienes la idea ya empiezas a torcer y retorcer frases, es un proceso, es una neurosis. Es la materia prima, cierto grado de neurosis”.
Esa neurosis lo empujó a arrojar en más de una ocasión su Amapola contra la pared. “Hago borradores a mano, uso la escritura automática, que me lleva a un flujo, a un vértigo, a una borrasca de escritura, después de que escribo barbaridad y media paso lo escrito a mi máquina mecánica, que se llama Amapola, porque es roja. La Amapola vive conmigo, es una extensión de mi cuerpo. La tengo que acariciar, hacerle el amor, para que el sortilegio cuaje y me dé dos o tres frases buenas al día. Con eso me conformo. Aporreo la Amapola, la trato muy mal. Hay violencia con la Amapola, las teclas muchas veces se desconchinflan. Hago y rehago esa frase una y otra vez. Leí que con el talento no se nace, el talento se conquista. Soy un profundo admirador de Thomas Mann, de Tolstoi, y Margarita Yourcenar es mi alma mater. Soy un lector de muy buen nivel, como creador o como narrador no me considero de buen nivel. Soy un crónico insatisfecho: nunca estoy satisfecho con lo que escribo”.
“Déjame revelarte los regalos reservados a la edad”. Así inicia Novela como tú, la obra que Sergio Valenzuela escribe actualmente y de la que confiesa que apenas lleva 59 páginas. Novela como tú trata de describir “los efectos sociales” del incendio en la guardería ABC en Hermosillo. “Ahora creo que me cuesta más escribir porque me he responsabilizado de mi escritura, desde La niña de los tomates para acá. Porque La niña… se leyó, comunicó, eso es lo importante. Entonces dije, ya es hora de que me haga responsable de lo que estoy haciendo. Por eso me ha costado tanto trabajo, tanto esfuerzo mental Novela como tú, porque cada vez que aplasto una tecla parece que ando en un campo minado”.
“La niña de los tomates y Novela como tú tratan finalmente de lo mismo: de los efectos sociales que causó, en aquel tiempo (La niña de los tomates) el secuestro y violación de una niña. Y ahora en Novela como tú no narro la tragedia del ABC, no me meto en cuestiones ideológicas: estoy tratando de contar, de describir los efectos que todavía van a durar muchos años en la sociedad por la tragedia en cuestión. La novela inicia la noche del 5 de junio. Esa noche por primera vez no llamo Pitic a Hermosillo, la llamo Vitriolo City”. Vitriolo, como el ácido corrosivo.
Periodista además de escritor, Valenzuela está acostumbrado a hacer las preguntas y marcar la pauta, y ahora del otro lado insiste: “Di que estoy enamorado de una morra hidalguense, una psicóloga. Eso me motiva mucho. Porque yo necesito estar enamorado para escribir. Si no hay amor me lo invento, lo idealizo, lo creo”.
Después de un tiempo en Hidalgo, el año pasado Valenzuela abandonó aquella región y regresó a Sonora, no sin antes despedirse de “su amor” con este poema de Gil de Biedma:
Ha llegado el tiempo de soltar palomas. A la mitad de las plazas con estatuas. Ha llegado la hora. De un momento a otro sonarán campanas.
“De mi obra me quedo con De púrpura encendida. Es un libro alegre, es un libro que habla de la vida”. Y cita a Yourcenar: “Mínima alma mía, tierna y flotante, entremos a la muerte con los ojos abiertos”.
Sergio Valenzuela está agradecido por el reconocimiento que se le hace a su obra en esta Feria del Libro. Está muy contento también por su trabajo en Yécora con la Fundación Beaumont. “Tengo siete meses allá. Cuando llegué, me envié un mensaje al celular que dice: Para y por la literatura mi vida está en manos de Dios”.
“Estoy muy agradecido, trabajo con franciscanos que hacen labores comunitarias. Di un programa de lectura con niños, en la Fundación Beaumont, a kilómetros de Yécora, y me dijeron, ¿quieres dar clases en una escuela primaria? Eso hago ahora. ¿Te das cuenta que bajé la voz? Respeto mucho ese trabajo, el rollo mágico de Yécora. Hay que morir enamorados. Yo voy a morir enamorado”.
Obra de Sergio Valenzuela: Hierba verde, evocación a Walt Whitman (1968) Los verdaderos cuentos de una revolución frustrada (1970) De oráculos dispares (1975) La putación, Últimas formas de amar (1980) Tiempo de soltar palomas (1993), Carmen (1995) Crónicas de Eva (1998) De púrpura encendida (2004, reedición 2010) La niña de los tomates (2007) Una escritura en los márgenes: Ensayos sobre la obra de Sergio Valenzuela (2009) Son de agua(2010) Novela como tú (2010, en proceso de creación)