Desde el título, por demás poético, se percibe la incertidumbre: Para soñar que no estamos huyendo.
Desde el inicio: la iluminación, la atmósfera, la utilería, las actuaciones, la transmisión de las emociones nos hacen su presa. Abrimos más los ojos y disponemos nuestros oídos. Porque, a todas luces, es previsible que aquí algo va a pasar.
Algo está pasando desde tercera llamada, ante un recinto repleto de espectadores. Cada vez somos más quienes asistimos al curso de la Muestra Estatal de Teatro 2016. La energía que se construye desde las butacas, también es magnánima.
Y en esa expectativa de la próxima escena, el siguiente diálogo, permanecemos y entendemos, encontramos.
Encontramos que Café con leche producciones y Sociedad Activa, retoman la propuesta dramática de Ana Francis Mor y con la utilería apenas indispensable, una cama como vehículo encima del desierto, el vestuario y los actores, nos propone una historia de violencia, de agandalle; nos propone una radiografía perfecta de lo pequeño que resultamos ser como personas.
Aquí la metáfora es permanente. ¿Quién no se ha visto envuelto en abusos de autoridad, en engaño desde los políticos?, ¿quién no ha sido presa de la ambición de poder que devasta?
Como bien lo apunta la sinopsis del programa, esta propuesta nos sugiere reflexionar sobre la bondad (entre comillas) de la vocación de víctima de la cultura mexicana.
No es de a gratis que el personaje que encarna el actor Enrique López, quien es un asesino de profesión, en un instante de contabilizar el tiempo, haga una pausa en el cuarentaitrés y cuarentainueve. Números estos que nos desgarran.
Aquí, en estos detalles, radica la inteligencia de la dirección de la puesta en escena.
Eva Lugo nació para actuar. Su desempeño en los escenarios así nos lo sugiere. Y en particular en esta obra, uf, toma las riendas del reparto, da lecciones de entrega, los espectadores le creemos todo y nos sumergimos junto a ella en esta historia de la que, claro, también deseamos soñar que lo que ocurre en la puesta no es realidad. Empero la realidad nos clarifica que así es esto.
El poder político, la manipulación de los medios de comunicación desde el poder económico, el exquisito olor a mierda que los dueños de las vidas del pueblo generan por placer, es también nuestra realidad.
Asistir al Teatro de la Ciudad, el jueves por la noche, quizá debió ser un aliciente para enterarnos de que sí estamos huyendo: de la violencia, del pánico, del desprecio por la vida, la facilidad burda con la que se puso de moda la palabra asesinato.
Asistir a esta puesta en escena, también puede ser un motivo para saber que huimos de nosotros mismos.