Hermosillo, Sonora a 21 de mayo de 2016.- En el umbral del recinto: Casa de la Cultura de Sonora. En noche de viernes, como preámbulo de fin de semana: bailar tango, tocar tango. Observar.
Los espectadores puntuales, el concierto ídem. Desde la Argentina y para Hermosillo, Tango VIP, debajo del cielo, con el viento como adherente.
Con los instrumentos que hacen latir el corazón: contrabajo, violín, guitarra, bandoneón. Y un plus que suena a experimento: música electrónica.
A estos instrumentos le agregamos la voz implacable de Javier Ortega y las coreografías subliminales de los bailarines que acompañan a la agrupación.
Y están allí, frente a nosotros, dejándose tocar por las miradas, con el movimiento del cuerpo que obedece los acordes entrañables de canciones entrañables.
Ricky Riquejo es el que dirige. Hace sonar la lira, efusivo. En complicidad con el resto de la banda construye el repertorio de aquellas rolas que son parte emblemática de la cultura Argentina; Ricky y su banda nos las entrega.
De manera sutil nos lleva de la mano a la nostalgia, al desgarramiento que implica sentir los versos de una canción que cuenta la pasión: Mozo, sírvame en la copa rota / sírvame que me derrota / esta fiebre de obsesión…
Pero antes la exaltación, dicha desde Ricky, por la presencia de la violinista Romy Fuentes, integrante de la Orquesta Filarmónica de Sonora, y que esa noche presta su talento y se acopla con los músicos argentinos, como si los conociera desde toda la vida. El tango, un buen punto de coincidencia y repartirlo a los espectadores.
Volver. Un tango escrito y dicho muchas veces por Carlos Gardel, estuvo aquí, también, con el sonido agónico desde la pasión del bandoneón. Volver un vocablo tarareado muchas veces y en colectivo dicho esta noche otra vez.