Matthew Wallenstein y Ana Armengod se conocieron en una tocada. Ambos son músicos. Punk y hardcore. Cada quien estaba tocando con su respectiva banda.
Meses antes habían coincidido en el proyecto de ilustración de un libro –ambos son pintores-. Medio año después de esto, Matt y Ana coinciden en un after. Matt se acerca a Ana y le comenta: “Tú y yo estamos ilustrando el mismo libro”.
“Ahí empezó todo –cuenta Ana-, dos semanas después me fui a pintar un mural a Nueva York y la banda de Matt terminó su gira allí; nos reencontramos y desde entonces estamos juntos”.
Ana y Matt hoy exponen en la Sala de Arte del Instituto Sonorense de Cultura. Su propuesta se titula Comorbilidad: El peso de la distancia.
Ana cuenta que desde que se conocieron, “habíamos estado totalmente inseparables, hasta hace un año que me tuve que quedar permanentemente en Hermosillo, por un año, por procesos migratorios.
“El enfoque del proyecto (que desencadena en Comorbilidad), es esta separación, este vacío que deja la separación entre personas y también rutinas que uno crea con su medio ambiente. Matt y yo estamos contribuyendo el uno al otro desde antes que nos conociéramos. Y ahora que hemos tenido cuatro años para desarrollar todo eso, ha sido mucho más fuerte. Todas las piezas fueron especialmente hechas para la exposición.
“Empezamos a trabajarlo en enero y hasta ahora. Tenemos una mezcla de ilustraciones, un poco de instalación y cortometrajes. El corto fue específicamente hecho sobre este tema: el vacío que dejó la ausencia de Matt en mi vida, y lo que se llena cuando lo llego a ver de nuevo.
“Lo chistoso del trabajo de Matt y mío es que tiene mucha similitud, y antes de que nos conociéramos ya teníamos cosas similares, quien no nos conozca bien podrá decir: es el trabajo de una sola persona. Pero ya que ves los puntos que utilizamos, la técnica, te das cuenta de que son trabajos hechos por personas diferentes. Yo todo lo hago con puntillismo y Matt tiene otras técnicas; mi trabajo favorito de Matt es uno que hace con palabras, el espectador lo ve y cree que es puntillismo pero si agarra una lupa se da cuenta que son palabras.
“Todo nuestro trabajo es repetitivo, es sobre disciplina, y seguir y seguir y seguir, eso es lo que nos lleva a la palabra comorbilidad que significa tener una enfermedad que se desarrolla por otra enfermedad, como por ejemplo si tienes insomnio, lo tienes porque tienes problemas con el hígado, entonces es como la consecuencia de una enfermedad. El mismo año que conocí a Matt me diagnosticaron pancreatitis, que es una enfermedad que puede ser terminal, es algo muy grave y Matt ha estado conmigo en todo este proceso de ayudar a volver a ser una persona fuerte y poder producir tanto como estaba produciendo antes, porque realmente mi trabajo decayó en el tiempo en el que me enfermé, y también el de Matt; él no podía producir tanto porque estaba conmigo.
“Todos estos elementos de nuestra exposición, cuando el espectador los ve por separado, se da cuenta que hay algo que los une. Esa separación que hemos tenido afectó nuestro trabajo de alguna manera, pero yo seguí presente en su trabajo y él siguió presente en el mío”.
Crear para destruir
Ana provoca, se despoja de sí misma, de la creación en la cual invirtió horas y horas. Ahora mismo cuenta de qué va este desprendimiento:
“El proyecto del huevo regalado lo empecé a documentar en noviembre de 2014. Hago dibujos que me toman mínimo tres horas hacer, que son muy delicados y el punto del proyecto es que yo se lo regalo a alguien, entonces yo te regalo a ti un huevo, tú lo abres, ves una pequeña escultura y te lo quieres quedar, y dices: ‘muchas gracias por este regalo’, pero yo lo que le pido a las personas es que lo rompan en frente de mí, entonces tienen que romper algo que me llevó horas hacer.
“Eso causa que no solamente sea como estar rompiendo algo que yo hice y me da emoción, también causa una emoción en el sujeto porque no lo quiere romper, la persona que lo tiene crea ansiedad de que está rompiendo algo que me costó tanto trabajo hacerlo y que lo está haciendo enfrente de mí, y también porque es algo que se quieren quedar, es una acción de desprenderte y yo lo siento como desprenderme de una forma de mí, el no tener que aferrarme a esta posesión, a este pedazo de arte y darme cuenta que yo puedo crear arte al destruir arte. Me hicieron una entrevista en una revista y lo llamaron: Crear para destruir para crear, creo que nadie lo pudo haber llamado de mejor manera.
--¿Y hay una satisfacción al hacer esto?
“No es satisfacción, me causa dolor cada vez que lo veo, a pesar de que sé que ese es el punto y ahí va, sí me duele y he dudado de mí misma al decirme que estoy perdiendo todo este trabajo que me toma horas de mi vida, pero aun así lo hago”.