A diferencia de muchas noches de gala del FAOT a lo largo de los años, en las que la oferta musical ha consistido en muchos fragmentos de muchas óperas, la tercera noche de gala del FAOT 32, realizada el domingo por la noche en el Palacio Municipal de Álamos, fue dedicada por entero a una sola ópera, venturosamente completa. Se presentó la ópera Inmigrante ilegal, señalada por cuatro datos importantes: 1.- Se trata de una ópera contemporánea, estrenada apenas en el 2014. 2.- Es una ópera mexicana. 3.- Fue compuesta (libreto y música) por un compositor sonorense, originario de Hermosillo, Alfonso Molina. 4.- Su narrativa se refiere a temas y hechos de notable relevancia humana, política y social, particularmente para un estado fronterizo como Sonora.
Ciertamente, la puesta en escena de la ópera Inmigrante ilegal resultó un evento de teatro y música muy interesante. Por principio, la acción está narrada no desde el tradicional punto de vista del inmigrante victimizado, sino de los vigilantes estadunidenses que se dedican a cazarlos a mansalva, y en muchas ocasiones, con impunidad y protección de las leyes de los Estados Unidos. En el centro de esta narrativa, el compositor-libretista presenta conflictos éticos, puntos de vista encontrados y, venturosamente, no adopta posiciones reduccionistas o maniqueas respecto al terrible, espinoso e irresoluble tema de la inmigración de mexicanos hacia el vecino país del norte. En la ópera Inmigrante ilegal, los inmigrantes tienen presencia, pero no voz, y son representados principalmente por interludios de danza muy estilizados. Para su ópera, Alfonso Molina propuso inteligentemente una orquesta pequeña, sin metales, que permitió la proyección clara de las voces protagonistas. Otro mérito importante: por deseo del compositor, tanto las voces como la orquesta se escucharon sin amplificación, lo que se agradece particularmente. Se utilizaron algunas sencillas proyecciones a guisa de escenografía, y como complemento, un mínimo de elementos en escena. Molina utiliza en Inmigrante ilegal un lenguaje musical moderno, austero, pero no excesivamente complejo, que permitió al público mantenerse cercano al discurso operístico. En lo dramático, el compositor y libretista dirige su narración hacia un desenlace trágico que cuestiona puntualmente las ambigüedades éticas planteadas desde el inicio de la ópera. Después de ese desenlace, Molina ofrece un postludio que oscila entre el realismo y la metáfora y que comparte ese terreno de claroscuros éticos y humanos que caracteriza al resto de la ópera. La Orquesta Filarmónica de Sonora fue conducida con discreción y justeza por Ace Edewards, demostrando que cuando la orquestación es inteligente y mesurada, es perfectamente posible realizar una ópera sin amplificación (unplugged, como se dice en nuestro tiempo) y lograr buenos resultados en el balance y en la proyección vocal. Sería interesante presenciar más adelante Inmigrante ilegal en una puesta en escena con mayores recursos técnicos y de espacio teatral.
Antes, el Templo de la Purísima Concepción fue escenario de un recital ciertamente interesante y muy retador: solo música contemporánea, para violín y electrónica. El joven violinista mexicano Juanmanel Flores fue secundado por Eduardo Caballero en el manejo de los recursos electrónicos, en una propuesta que representó una interesante (y agradecida) toma de riesgo por parte del FAOT. Para iniciar, la pieza Post War del mexicano Felipe Pérez Santiago, una obra poética, de singulares capacidades evocativas y llena de historias sonoras. Para cerrar, Juanmanuel Flores hizo una muy concentrada y atenta versión de la compleja Violin Phase del estadunidense Steve Reich. La breve descripción (más intuitiva que técnica) que el intérprete hizo del concepto del minimalismo musical antes de interpretar a Reich, resultó una muy buena metáfora para entender, sobre todo, el peculiar lenguaje minimalista de Reich, que en obras como Violin Phase y otras de la misma serie, tiene como línea de conducta el desfasamiento progresivo, y cada vez más complejo, de sus materiales musicales. En medio de estas dos obras, Flores y Caballero interpretaron Moirai, del compositor mexicano Charles Champi, obra extensa y compleja, interesante por momentos en sus sonoridades mixtas, pero que no alcanza ni la poética ni la expresividad de las otras dos. Sí, un buen grupo de asistentes al Templo se marcharon después de la segunda obra; pero fueron muchos más los que se quedaron, lo que demuestra que el FAOT sí puede experimentar, poco a poco y con un buen sentido de la programación, con una oferta más constante de música contemporánea, haciendo los trabajos necesarios de preparación, información y divulgación para convencer al público alamense y demás asistentes al FAOT, de algo que es importantísimo comunicar: que la música contemporánea no muerde, y que su audición puede ser fuente de importantes satisfacciones, no necesariamente iguales a las que proporciona la música de concierto de los siglos anteriores.