Para una reflexión sobre Un Desierto… desde el desierto
Boletín ISC No. 123 / 25 de abril / 2015: Bienestar, crecimiento y desarrollo
Colaboración especial de Magdalena Frías
Un Desierto para la danza 23 llegó a su final. Nutrido, fue un espacio de colaboración donde las expresiones artísticas de la danza cobraron vida y lanzaron al aire cuestionamientos sobre el campo de la danza contemporánea, sus límites y sus fronteras, así como la forma en que ha sido trabajado y, por lo tanto, propuesto.
En nuestra sociedad actual, el intercambio tecnológico y cultural ha adquirido nociones globales, desde su presencia virtual hasta su materialidad; tal globalidad es cuestionable, pero lo que importa aquí es las forma cómo nos apropiamos de lo que nos apropiamos, porque finalmente la definición no es absoluta, sino transitiva por sí mismo, conlleva límites que ponemos en crisis y así sucesivamente.
Desde que existe el ser humano existe la pregunta; somos hombres porque nos preguntamos. El arte es sublime porque es ese espacio de horizonte expandido donde esas preguntas encuentran verdades, donde esas verdades se ponen en crisis, y las crisis llevan implícita la pregunta y proponen una dinámica de movimiento infinita, posibilitadora; es decir, le mueven el terreno a la nada y dibujan formas de la imaginación. Esto significa que tenemos una actitud ante la existencia, ante lo que vivimos, a saber, una forma de ser en lo íntimo y en lo social: la libertad de cuestionarnos a nosotros mismos, sea esto un acto plural o singular. Cuando se propone no hablar sobre los límites del arte y hacer a un lado todo su sistema –llámese institución, técnicas, estrategias, personas, historias–, otro sistema de realidad penetra este arte como sistema a su vez, que ha sido violentado y que generará nuevas relaciones, intercambios y propondrá nuevas formas de sentir y enfrentar el presente, de soñar el presente, de leer el presente, de vivir y habitar el presente.
En ese sentido, recordamos otra vez a Badiou cuando dijo que el arte “nos hace recordar de lo que somos capaces como seres humanos”, de ahí que no tener una reflexión sobre los límites del arte y sus materialidades puede no importar, pero los efectos no son evitables, existen en las cosas, nos permean en la vida diaria, nos afectan como seres humanos y si el hombre no es consciente de este proceso del que forma parte, en el cual se inserta, entonces puede, claro, y lo hace, habitar ese presente, existir sin comprenderlo, trabajarlo y producirlo, pero inevitablemente a esta actitud le va implícito el olvido. El riesgo de la desmemoria. En ese sentido hay cosas lamentables, como la reciente desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, Los 147 en Kenia, el caso de Charlie Hebdo. Es decir, nosotros nos dolemos y lamentamos en lo íntimo, y cuando trasciende a lo social, este sufrimiento y desolación, como en los casos mencionados, debe tener una ética, porque afecta las relaciones entre los individuos: hasta dónde tú y hasta dónde yo; o simplemente, cómo tú y cómo yo. En tal contexto no se está hablando aquí de la pertinencia de un arte social, sino todo lo contrario, hablamos de los efectos del olvido ante los cuales el arte se posiciona desde diversas maneras, y si no lo hace, se suma a este efecto.
Un Desierto para la danza, en su charla de ayer, llevó a la discusión estas posibilidades que las mismas obras escénicas han planteado: la pertinencia de un intercambio entre artes, la multidisciplina, la visión del público, cuáles han sido las experiencias sobre la práctica de la danza y si estas concepciones sobre el arte les importan. Todo lo que dice el hombre asume un riesgo, y esa es nuestra libertad.
Agradecemos el espacio del debate, creemos en la retroalimentación y la importancia de generar una formación artística no sólo en los sectores elegidos, entendidos en arte, sino en todo aquel que vea en el arte la posibilidad de la crisis y de replantear y asumir, como actitud perceptiva ante el mundo y su expresión en la realidad. Este año el Desierto se abrió a un intercambio reflexivo, formativo y experiencial que agradecemos y creemos necesario para dibujar en el mismo desierto las formas cómo lo vivimos.