A mitad del camino. Recuento de las noches de canto
Boletín ISC No. 038 / 28 de enero / 2015: Bienestar, crecimiento y desarrollo
Colaboración especial de Carlos Sánchez
Al alba despierta la ciudad. El gorjeo de las aves es síntoma de vida y marca la pauta para el retorno de actividad.
Al calor de un café las palabras fluyen, las miradas auscultan. Los niños recorren el camino hacia la escuela. Álamos es una fiesta que inició el veintitrés de enero. Con el concierto del coterráneo Arturo Chacón, el Festival Alfonso Ortiz Tirado ofreció su primer canto.
Vino al día siguiente la voz de Eugenia León. Narración constante de lo que somos, el rescate de compositores que hilvanan el repertorio de nuestro cancionero.
Muchas voces a la par de Eugenia, quien recibió la Medalla Alfonso Ortiz Tirado. Al lado de ella, la Orquesta Filarmónica de Sonora y un convite a bailar al son de mambos.
Y quiso el programa del FAOT que los espectadores viviéramos un domingo de impacto. Desde las dos de la tarde y hasta la media noche. Primero en el atrio del Templo de la Purísima Concepción, el quinteto de alientos Chifladas Tango vino a compartir su idiosincrasia, la cultura argentina, el rescate también de los protagonistas del tango y su historia.
El mismo domingo, en Palacio Municipal, durante la noche de gala, Simone Kermes, soprano, soltó la voz, relajó su cabellera, bailó mientras las notas le acompañaban en su canto. Christian Gomher dirigió la orquesta, se acopló a la propuesta de Kermes; juntos armaron una ejecución perfecta.
Al final de la noche de gala, en el Callejón del Templo, un río de voz se desbocó. Earl Thomas no sólo interpretó temas de blues, se repartió con honestidad contumaz. De un brinco se instaló en el pasillo del callejón, entre los espectadores cantó a capela. Recibió abrazos, como una ofrenda, la gratitud.
Canto y baile. Combinación perfecta. Pero Thomas no se iría sin antes interpretar la canción de sus sueños, la que más le toca el corazón. La interpretó allí, sentado en proscenio, en torno de él, los espectadores le rodearon a similitud de una reunión de barrio, antes de que la noche arrebatara la oportunidad de la última canción.
Cierre catártico en preámbulo de lunes. La jornada en su engranaje, y no parar hasta llegar al Mercado de Artesanías, allí donde la muestra culinaria, musical, es siempre un guiño que seduce.
Aquí violines para crear sones. Golpes de extremidades que construyen baile, la reiteración de la cultura indígena, el pronunciamiento de lo que se es, a lo que se aspira seguir siendo.
Ya picados y en la barra no falta la tortilla de garbanzo, mientras transcurre la otra canción. Un taco de carne con chile, o ya de plano un plato de wakabaki, ese platillo fuerte y tradicional.
Martes y la ambientación callejera constante. Golpes a ritmo de objetos reciclados. Por la noche el reconocimiento a Marybel Ferrales. Allí mismo, en Palacio Municipal, Noche de la Universidad de Sonora y el talento novel de cuatro sopranos: Rosa Dávila, Paulina González, Vianey Lagarda y Jessica Pacheco.
Colofón con Alejandro Filio. La inteligencia en el discurso acompañado de guitarra.
A mitad del camino. FAOT una oferta que fluye. Ya se asoma el treintaidós.