Boletín ISC No. 107 / 10 de abril / 2014:Austeridad, transparencia y buen gobierno
Colaboración especial de Carlos Sánchez
Objeto gritante, que no mutante. Aunque sí. La parodia desde las palabras. La parodia desde el escenario. La búsqueda de las muchas caras que de pronto solemos ser.
El cuerpo se expande. Crecen los rostros como frutas en un árbol. El ingenio se manifiesta y ocurre que la voz se reparte en muchas bocas.
A un cuerpo le nacen otros rostros. A nosotros como espectadores nos nacen muchas miradas. Interpretamos, concluimos, sentimos, soñamos. Y así.
En Un Desierto para la Danza, edición veintidós, ocurre constantemente la sugerencia, los discursos desde el cuerpo extensión de las ideas.
Anoche hubo danza otra vez, la compañía brasileira Mauricio de Oliveira & Siameses nos inventó un mundo donde los rinocerontes hablan y el arte es alegría.
La energía corporal y en actitud se desplazó sobre la duela, hacia las butacas, un hilo de luz hacia los espectadores y los “imposibles” abatidos desde la imaginación.
Rino que es el rinoceronte tiene vida y conversa. Siente, duele, goza, conversa. Los recursos discursivos son válidos cuando se tiene algo qué decir. Si se dice con convicción entonces el espectador acepta el convite y es cuando se fragua el acceso a la propuesta. Anoche hubo complicidad.
Amalgama precisa de los cuerpos para encontrarse y darse. La comunicación que impera. La mirada incluso como una conexión para construir las propuestas. La difusión de lo que es el arte y los por qué.
Los bailarines saben a perfección lo que les obsesiona, lo que desean contar. Lo conversan y es cuando entendemos su preocupación. Deseo puntual de propagar los argumentos de la expresión artística.
De pronto un murciélago blanco se suspende en el viento. Las máscaras caen para desnudar la identidad y de frente decir lo que se ama que no es otra cosa más que la vocación.
Es el arte aquí un motor para subirse al escenario. Y andar.