Hay muchos lugares desde los cuales se puede pensar y escribir sobre la danza, desde las nociones tradicionales de la crítica de arte que en lo fundamental se adhiere a principios de verdad y para la cual se requiere un claro marco referencial, generalmente en función de un canon estético validado; pero también se puede ejercer tal reflexión pensando en términos de validez, que si bien es un terreno resbaladizo, resulta de mayor fecundidad porque intervienen aspectos más amplios que permiten aproximarse a la obra de arte desde diversos enfoques, con la idea de buscar en otras áreas del pensamiento, elementos y conceptos que ayuden a comprender el ejercicio creativo como parte de un todo.
En lo personal, varias fueron las razones por las cuales dejé de hacer crítica de danza, por considerarla obsoleta y reduccionista y que no da cuenta de procesos complejos en donde operan dimensiones políticas, económicas, estéticas y subjetivas. Entonces ¿cómo escribir de danza sin eludir el compromiso con la palabra, con un juicio estético sin caer en simplificaciones? Propongo aquí un texto que juega con los recursos de internet y que permite ampliar, mediante vínculos, la opinión aquí contenida, con lo cual establezco la invitación a complejizar la experiencia de ver danza.
Beatriz Cruz, es una coreógrafa de Guadalajara con una larga trayectoria en la danza, su aproximación al butoh parte de la necesidad personal por ir al encuentro de una técnica que le permitiera mayor libertad a la hora de construir su poética personal, de ahí que defiende el llamar a lo que hace danza experimental, que se nutre de toda su formación corporal presente y pasada. Podemos afirmar que en ella existe un pensamiento contemporáneo en torno a la danza, por lo tanto importa menos qué tipo de técnica o danza hace, y más bien el acento está en lo que hace a partir de ello, si bien es el butoh la técnica fundamental que guía el proceso de investigación de la coreógrafa, es claro que existe una apropiación personal de la misma.
¿Cómo logran los integrantes de Pájaro de Nube construir un universo para hablar de la condición humana? Ernest Gombrich, en su clásico libro La historia del arte, nos dice que los artistas no piensan en lo bello cuando se enfrentan a la creación, sino en lo que es pertinente para cada pieza, esto es, cómo hacer uso de los elementos formales de una práctica artística para dar forma a la idea o a la imagen que se erige como detonante del proceso creativo. Así, la apuesta de Beatriz Cruz y Marcos García es establecer diálogos disciplinares en donde los diversos lenguajes que intervienen en la puesta en escena, coadyuvan a dar forma a aquello que se quiere decir o que se intuye.
Dentro de lo codificado que tiene la pieza, existe un amplio margen para la improvisación, para permitir un flujo abierto en donde el cuerpo es el canal que pone en movimiento y materializa ideas, sensaciones e imágenes. A través de una economía de recursos y el uso del gesto, es posible aproximarse a eso que tiene la vida de indecible, la angustia profunda por el hecho de estar vivos dirá Jean Paul Sartre, por lo que no controlamos, por lo que no podemos nombrar. En ese terreno parece querer colocarnos el trabajo de Pájaro de Nube, un lugar en donde no existe una historia qué contar, sino un estado para evocar e invocar. El espectador entonces es obligado a colocarse, no desde el consumo de acciones, sino desde la contemplación de una danza que se despliega en un suave y tranquilo discurrir del tiempo.