Boletín ISC No. 093 / 4 de abril / 2014:Austeridad, transparencia y buen gobierno
Colaboración especial de Carlos Sánchez
A la hora que se pone el sol. En el fondo la mar. La poesía constante. Un río.
Un dulce olor a incienso habita los olfatos. Y al compás de las notas se enciende Un Desierto para la Danza en su edición veintidós.
Pájaro de nube es la compañía que abre el telón del Teatro de la Ciudad de Casa de la Cultura. En sesenta minutos de sonidos y atmósferas, cuerpos que desplazan sus texturas sobre el escenario, Piedras de agua, la coreografía, representa una ofrenda también para el espectador.
Se cuenta la muerte, se siente la vida. Existe el ingenio, la creación como un trance, la búsqueda de un lenguaje, la exploración como un experimento.
En las butacas los espectadores. En el escenario los bailarines emanan del vientre de un sueño. Respiran y habitan donde nosotros no. Son piedra, sal, agua, mar, tierra y soledad. El canto de un poema cuyo efecto sonoro sugiere un misterio permanente. Del que canta bendita voz, y plausible.
Marcos García es compositor musical, intérprete. En el umbral del proscenio, sus manos construyen una coreografía paralela a la que se ejecuta sobre el escenario. Danzan las ideas en su pensamiento. Danza la emoción en su cuerpo y los dedos de sus manos son también un concierto en movimiento.
Complejo concluir qué fue primero en la construcción de Piedras de agua, de la compañía pájaro de nube. La pregunta es qué se hizo para qué: ¿la música para los cuerpos, o los cuerpos dictando las ideas para la creación de los sonidos?
El orden es lo de menos, la precisión matemática en los movimientos son el encanto: las piernas vueltas teclas de un piano, el ritmo que se adhiere a la sutil a veces, violenta también, interpretación musical de Marco.
En el Teatro todo se vuelve poesía. Cada minuto es la sugerencia de un verso, cada instante la incertidumbre, la pregunta: ¿Qué imagen nos aprehenderá ahora?
Las niñas juegan a ser niñas. Y buscan sus almas. Los espectadores disponemos los ojos, los sentidos; porque para encontrar hemos venido.
Un árbol se suspende en el cielo. La intensidad del color es la puesta de sol en el desierto. Verano y otoño. La sagacidad de las ideas. El anzuelo desde los creadores: Beatriz Cruz, Marcos García.
Aquí la mar. Un río. Aquí el agua. Un sueño. La danza que no requiere de un movimiento vertiginoso y constante. Porque el cuerpo en sí ya es movimiento. Porque el tránsito interior también expresa. Y son los rostros, las miradas, las voces, herramienta precisa en el decir.
Ahora sé o sabemos que los cantos en Piedras de agua nos remiten a infancia, a duelo, que el vocablo muñeca es un poema siempre en movimiento, en construcción. Misterio.