Como otra prueba irrefutable de que el Festival Cultural Alfonso Ortiz Tirado tiene mucho que ofrecer además de sus noches de gala con música vocal, en el segundo día de actividades tuvo lugar un concierto de alto nivel a cargo del Cuarteto Latinoamericano, en el Templo de la Purísima Concepción de Álamos. De inicio, una versión tendiente más a lo romántico que a lo clásico del Movimiento de cuarteto D. 703 de Franz Schubert. En las expertas manos del Cuarteto Latinoamericano, esta obra fue perfilada como un lógico y auténtico antecedente de la apasionada y tormentosa expresión de la música de la generación siguiente a Schubert.
Después, el C.L. hizo una interpretación intensa, pausada, expansiva, de esa joya del repertorio que es el Adagio molto del Cuarteto Op. 11 del compositor estadunidense Samuel Barber, muy conocido en su arreglo para orquesta de cuerdas (y en otras versiones igualmente interesantes, tanto instrumentales como vocales), pero relativamente poco difundido en su versión original. Aquí, los miembros del cuarteto dieron a las largas, expresivas y apasionadas líneas de la obra de Barber, el tiempo y el respiro suficientes para generar de manera adecuada los soberbios puntos de tensión y distensión propuestos por el compositor. Lástima de las inopinadas interrupciones de un público que todavía no entiende al silencio como parte sustancial de la música.
La tercera obra interpretada por el Cuarteto Latinoamericano se inscribió en la admirable línea de conducta del grupo de estar siempre atento a la música de México: el Cuarteto en sol del compositor jalisciense Domingo Lobato, fallecido recientemente hacia fines del 2012. El suyo es un cuarteto de estilo neoclásico, de una perceptible sencillez que da como resultado una gran claridad y pulcritud en todas las líneas melódicas. Sin ser ni nacionalista ni mexicanista, Lobato propone en algunos momentos de su muy disfrutable cuarteto algunos fugaces patrones rítmicos que bien pudieran remitir al oyente a algún esbozo de intención nacional o regional. El C.L. transitó por las páginas del Cuarteto en sol de Lobato con manos seguras y con una admirable visión de conjunto de la obra, aplicando el rigor interpretativo con el que abordan cada partitura que estudian, preparan, interpretan y graban. Por cierto, este muy atractivo Cuarteto en sol de Domingo Lobato ha sido grabado por el Cuarteto Latinoamericano en un interesantísimo CD dedicado a cuartetos románticos mexicanos.
Para concluir su espléndido recital, el Cuarteto Latinoamericano abordó el extenso y complejo Cuarteto Op. 59 No. 1 de Ludwig van Beethoven. De interés particular para el público de Álamos reunido en el Templo de la Purísima Concepción, el hecho de que se trata de la obra más recientemente incorporada a su repertorio, ya que la tocaron por primera y segunda vez apenas la semana anterior a su presentación en el Festival. En la audición de esta obra maestra de Beethoven fue posible percibir el riguroso estudio de que fue objeto por parte del CL, así como el cuidado puesto en el muy complejo trabajo de ensamble. De entre las numerosas riquezas interpretativas de este cuarteto beethoveniano, vale la pena resaltar dos en particular: la disciplina rítmica de los miembros del C.L. en la ejecución del Allegretto vivace, que permitió percibir con claridad el interesante impulso motor propuesto por Beethoven, y la profundidad expresiva aplicada al movimiento lento del cuarteto, un Adagio molto e mesto que contiene algunas de las páginas más serias e introspectivas de la música de Beethoven.
Como siempre, un lleno absoluto en el Templo de la Purísima Concepción, y una muy entusiasta recepción para este recital del Cuarteto Latinoamericano, que al final ofreció una sabrosa y arrabalera versión del formidable Libertango de Ástor Piazzolla, ante un público muy numeroso, sí, muy entusiasta también, pero al que todavía le falta cierto conocimiento y práctica de las reglas básicas de silencio, atención y respeto del ritual de un concierto.