Uno quisiera que hubiera una Feria del Libro permanente en la ciudad, un lugar en el que el libro en todas sus facetas, o mejor, en el que la palabra oral y escrita es celebrada con el entusiasmo con que hemos vivido estos diez días.
Claro que si fuera constante, cotidiana, perdería esa sensación de fiesta, de fecha señalada en el calendario con un círculo rojo. No en vano el Zorro le decía al Principito que debía establecer una hora fija de visita para ir preparando el corazón con suficiente tiempo.
Hoy se acaba la Feria. En la noche, los stands echarán la persiana por última vez este año, los libros que no se vendieron regresarán a sus cajas; los espacios destinados a los talleres apagarán las voces de los niños y jóvenes; el foro de conferencias regresará a la oscuridad original.
Y nos quedaremos con los recuerdos, los momentos mágicos de la Feria y, sobre todo, los libros, los libros que adquirimos, los libros que nos aguardan en el buró, los libros que justificarán el trabajo extenuante del equipo detrás del hecho, de la alegría de los asistentes, de la complicidad con los escritores y conferencistas que nos acompañaron.
Alonso del Sahuaral cabalgó por la sierra sonorense cual Quijote vaquero tras los pasos de la bella Marcela. Su autor, Sergio Galindo, recibió el homenaje ganado a pulso en todos estos años de trabajo, y se llevó el aplauso de un público que ha aprendido a valorar el talento de los nuestros, Jesús “Chobi” Ochoa incluido.
Los nuestros que tuvieron una presencia constante: en la memoria, como Armida de la Vara; en el futuro, con Claudia Reina; en el presente consolidado con María Antonieta Mendívil; en los ganadores de los premios estatales, los nuestros que levantan la mano y dicen: aquí estamos, léannos. Los nuestros, capaces de armar un libro de cuentos en una noche bajo la tutela de Escritores de Sonora, A.C.
También la poesía levantó la mano para gritar presente contra todo pronóstico, contra todo vaticinio. Y llegó de la mano de Juan Manz, otro nuestro; de Luis Armenta Malpica, casi nuestro, de la extraordinaria colección Yo´o joara y de la voz pausada, sabia y comprometida del maestro Juan Bañuelos.
Hubo de todo y para todos: Novelistas excepcionales como Mónica Lavín, Alejandro Almazán, Tryno Maldonado, Óscar de la Borbolla, Xavier Velasco, Alma Velasco, Leopoldo Mendívil; conferencistas de lujo como Rubén Aguilar, Nicolás Alvarado y Jorge F. Hernández.